El año de la crisis
 

El año de la crisis


Pepa, una enfermera algo alocada, irónica, insegura, ha perdido el trabajo y el novio.

Clara, una dinámica mujer de negocios que se ha hecho cargo de la dirección de la empresa familiar, ve frustrado su deseo de maternidad.

Sole, una esposa y ama de casa tradicional, madre de tres hijos, descubre la infidelidad de su marido y sus sólidos principios sobre la vida y el amor se tambalean.

En la España del 2010, el paro, la falta de pago a las empresas por parte de la Administración, el estallido de la burbuja inmobiliaria y el consiguiente derrumbe de los negocios asociados a la construcción, conforman un telón de fondo sobre el que las tres mujeres deberán enfrentarse a sus propias crisis personales, viajando a una isla griega.

El viaje resultará una catarsis y les abrirá a nuevas experiencias que darán un giro a sus vidas.

Apoyándose en su larga y sólida amistad, lucharán contra la adversidad y tomarán decisiones comprometidas de las que saldrán renovadas.

Esta es una novela sobre la capacidad de superar los obstáculos, abordando los conflictos con el espíritu optimista de quienes confían en la idea de que las crisis son oportunidades, y no se rinden a la fatalidad..



Descargar Capítulo GRATIS
RESEÑAS

Ana Lozano


Acabo de leer el último libro y no puedo dejar de recomendarlo; de hecho, esta misma tarde se lo voy a pasar a una amiga.

El año de la crisis es un relato sobre crisis vitales, en un universo femenino, que no necesariamente feminista y en un contexto de crisis económica global.

Me ha parecido una obra empática, conmovedora; con una escritura tranquila pero que invita desde el principio a seguir leyendo.

La prosa de Gloria Pastor es fácil, fluída y llena de referentes. En el relato confluyen tres visiones del mundo más cercanas de lo que en un principio parece, que nos cuestionan, nos enriquecen y nos abren nuevas perspectivas.

En definitiva, un libro que merece la pena ser leído.

J. R. Barat


Gloria Pastor nace en Valencia. Estudia Filología Hispánica y se especializa en Literatura. Ejerce la profesión docente y es novelista. Bibliografía: Marea baja (2011), finalista del premio Hontanar. Relato breve y psicológico. Pájaros dormidos (2016), novela histórica-psicológica, ambientada en la Valencia de los años 30. La abuela Nela (2017), novela infantil, traducida al valenciano.

El año de la crisis es una novela de corte psicológico y realista, que se sitúa en el año 2008, fecha en que estalla la crisis financiera global, provocada por el colapso de la burbuja inmobiliaria de los EE.UU de 2006. Las consecuencias se traducen en una profunda crisis de liquidez, bursátil, económica y social que generará la Gran Recesión de la segunda década del siglo XXI. Esta situación provoca un aumento alarmante del desempleo, de los desahucios, del cierre de empresas y de conflictos personales de miles de seres humanos que se ven, de pronto, ante el precipicio de un futuro oscuro e incierto, como el de los personajes que transitan la novela. Todos a cuestas con sus frustraciones, sus sueños y sus grandes y pequeños problemas cotidianos. El título, por lo tanto, refleja de forma clara y fehaciente los propósitos narrativos de la autora. El texto y el contexto se funden en un pretexto que no es otro que el de abordar literariamente unas vivencias que son, fueron o pudieron haber sido las de cualquiera de nosotros. La primera pregunta que cabría formularse ante un planteamiento novelístico de tal envergadura es: ¿hasta qué punto la crisis global puede influir en la existencia de un individuo cuyo estar en el mundo transcurre hasta la fecha por los cauces del anonimato, la rutina y el plácido bienestar, aquello que los romanos llamaban la "aurea mediocritas", es decir la dorada medianía? La segunda pregunta que salta a la palestra inmediatamente es... ¿somos nosotros también actores invitados en esta tragicómica exposición de hechos tan próximos en el tiempo y en el espacio? ¿Formamos parte de esta narración en mayor o menor medida? Y, por último, la pregunta más importante: ¿la novela habla de mí? ¿Qué habría hecho yo en semejante encrucijada?

El año de la crisis es sin ninguna duda una novela que se adscribe al género conocido como literatura de viajes. Este tipo de textos se sustenta sobre una base narrativa que se apoya en sucesos, impresiones y hechos en los que participa un viajero, que suele ser por lo general el protagonista del relato. El género se remonta al XIV y queda firmemente consolidado durante el siglo XV. A lo largo de la historia son muchos y muy notables los autores que han coqueteado con el género. Por citar algunos nombres, bastará con recordar a Joseph Conrad, Herman Melville, Jonathan Swift, Ernest Hemingway o Gerald Durrell, entre otros. Es importante reseñar que el viaje puede obedecer a experiencias reales o a parámetros fantásticos. También cabe subrayar que el motivo del trayecto puede ser tomado en sentido metafórico. Digamos que un viaje de estas características sería el que realiza un personaje hacia sí mismo, hacia su autoconocimiento, para encontrar la verdad de su existencia o el sentido de su vida. Dicho de otro modo: un viaje puede efectuarse de acuerdo con unas coordenadas geográficas o temporales (viajes en el espacio o en el tiempo), pero también puede proyectarse hacia el interior de uno mismo en un itinerario introspectivo. Todo lo apuntado hasta aquí conviene ser tenido en cuenta para abordar la novela de Pastor. El año de la crisis, en efecto, se inserta en la tradición viajera y lo hace en el doble sentido. Por un lado, hay un viaje real que efectúan las tres protagonistas y cuyo itinerario es España-Grecia-España. Ida y vuelta. Pero, por otro lado, nuestros personajes realizan al mismo tiempo un viaje hacia su más profundo yo, de tal manera que la aventura acaba convirtiéndose en una búsqueda desesperada de la propia identidad. Nada será igual tras ese doble recorrido, exterior e interior. Los personajes en crisis evolucionan, cambian, modifican su percepción del mundo, alteran su comportamiento y reajustan sus estructuras vitales.

El número tres alberga una carga simbólica extraordinaria. En líneas generales, representa el movimiento perpetuo. También, el principio universal de la alquimia: azufre, sal y mercurio. Tres son las fuerzas de la materia: acción, reacción, inercia. Tres los Reyes Magos de Oriente (Oro, incienso y mirra). Tres las grandes virtudes cristianas: fe, esperanza y caridad. Las personas que forman la Santísima Trinidad. Tres son también las partes de un discurso coherente: planteamiento, nudo y desenlace... Gloria Pastor estructura su novela en torno al número tres, con tal perfección que no podemos dejar de pensar en el paralelismo formal con la Divina Comedia de Dante Alighieri, con sus tres partes (Infierno, Purgatorio, Cielo), el formato versal (tercetos encadenados) y el número de cantos por cada parte: 33. Del mismo modo, Pastor elabora un relato en el que el número tres, con toda su carga simbólica de unidad y perfección, está presente de manera magistral. Veamos:

La novela se divide en tres partes, tituladas: Primavera-Verano-Otoño/invierno.

El protagonismo de la narración se reparte entre tres personajes femeninos, a partes iguales. A saber: Pepa, Clara y Sole.

Las tres protagonistas cuentan con una pareja más o menos estable, y que también cumplirá una función dramática en el seno de la narración. Se trata de Vicente, Jorge y Ricardo.

Los tres hombres mencionados (parejas estables o maridos) cuentan, a su vez, con un antagonista, que representa, cada uno a su manera, un modelo diferente de comportamiento humano. Respectivamente: Pepe, Paolo y Alexandros.

La trama se desarrolla alrededor de un eje llamado Grecia. El viaje que emprenden nuestras tres protagonistas, y que cambiará sus vidas, queda articulado según este sencillo esquema: antes de Grecia, Grecia, después de Grecia.

Por último, las vidas de las tres protagonistas (como también de otros personajes secundarios), al arbitrio de las peripecias descritas y narradas durante el relato, quedan perfectamente trazadas de acuerdo con la perspectiva temporal de pasado, presente y futuro.

Las tres amigas protagonistas (Pepa, Clara y Sole) no solo comparten liderazgo narrativo. También comparten una infancia, una juventud, unos recuerdos y unas expectativas similares. Cada una de las tres ha organizado su vida laboral y privada de acuerdo con sus intereses personales, sus gustos o las circunstancias por las que han transitado. La pluma de Pastor nos conduce hasta sus hogares, nos presenta a las personas con las que conviven (madres, maridos, hijos...), nos describe con sutil agudeza sus preocupaciones, sus problemas, los avatares más sencillos del día a día... Mediante agudas observaciones y detallados trazos psicológicos penetramos en sus almas y en sus pensamientos. Pronto conocemos a los personajes secundarios que pululan a su alrededor: Josefa, la madre hippy, que esconde una historia prohibida. Jorge, el marido que antepone los intereses personales y la promoción en el trabajo a la felicidad conyugal. Ricardo, el hombre aparentemente perfecto, que lleva una doble vida y que se nos revelará como un individuo hipócrita y mezquino. También secundarios podemos considerar a los personajes que aparecen en las vidas de nuestras protagonistas durante su viaje a Grecia y que, cada uno a su manera, van a suponer un cambio drástico en los planteamientos vitales de todas ellas. Pepe, sencillo, bondadoso y gentil, cuya serenidad conduce al gozo revelador de lo pequeño. El italiano Paolo, con su don de gentes y su atractivo irresistible, al que nada parece detener. Alexandros, el pastelero heleno que rezuma vitalidad y alegría por todos los poros de su piel. De la mano de todos ellos, conocemos a los personajes terciarios, que desfilan por la novela como por una pasarela de sentimientos, emociones e intereses muy dispares. Las inmigrantes sin papeles, las hijas adolescentes y contestatarias, los hijos pequeños que no entienden los problemas de los adultos, los suegros que intervienen indirectamente en el desarrollo de los acontecimientos... El talento de Gloria Pastor consiste, sobre todo, en husmear en la psicología de todos ellos, algunos en situaciones límite, y desmenuzar sus comportamientos, sus miedos, sus deseos más ocultos. Asistimos a un fuego cruzado de pasiones: embarazos no deseados, abandonos, adulterios, mentiras, traiciones, problemas laborales, dificultades económicas, pero ante todo presenciamos un canto a la lealtad, a la amistad, a la esperanza y al amor. Dicho con otras palabras, los personajes de la novela, ricos en matices y variados en su perfil humano, permiten a Pastor hacer un recorrido por el alma humana y sacar a la superficie del relato lo peor y lo mejor, lo que nos condena y nos salva al mismo tiempo.

La crisis amenaza con derrumbarlo todo. Hogares, vidas, relaciones humanas... Hay unos momentos de zozobra, de desolación. Lo personal y lo general se dan la mano. Nadie está a salvo de la hecatombe nuclear financiera. Y, sin embargo, en medio del estruendo de la batalla existencial, desde lo más profundo de la oscuridad, la autora lanza un mensaje de esperanza. No todo está perdido. Fruto del azar, del sinsentido de la vida, a veces surge de forma milagrosa la belleza. El canto de la vida. Así es. En mitad de la crisis, los nacimientos de dos niños en familias distintas y en escenarios diferentes suponen un resurgir simbólico, un triunfo de la luz. No todo está perdido. No en vano, ese renacimiento luminoso se verá refrendado con el giro vital que experimentará el rumbo de los pasos de Pepa, de Clara y de Sole. El pasado ha muerto. Hemos enterrado los fantasmas de nuestras limitaciones y de nuestros miedos. Ahora es el momento de renacer de nuestras cenizas, como el Ave Fénix, y volar sin miedo hacia un nuevo destino.

Como toda novela de viajes, hay un escenario en la novela que trasciende los límites de la realidad. Un escenario donde ocurren los milagros y se suceden las peripecias más extrañas. En este paraíso lejano todo es posible. Hablamos de Grecia. Una Grecia de la que se nos da una visión romántica, ciertamente exótica. Disfrutamos, gracias al pincel de nuestra escritora, de un retablo que envuelve en un aura mítica el paisaje mediterráneo. El mar es azul. El cielo brilla. Las nubes blancas se deslizan por las alturas con suave mansedumbre. Vuelan los pájaros con su alegre algarabía. La luz es tan intensa y los perfiles de los edificios tan bellos que uno diría haber regresado a la Hélade de Homero, a la Lesbos de Safo, a la Esparta de Helena, a la Ítaca de Penélope... De la mano de la escritora, recorremos las calles de los pueblos griegos, comemos sus platos típicos, nos regocijamos con su música, reímos con su tersa placidez mediterránea... Grecia se nos ofrece rebosante de manjares espirituales y sensuales. Todo es posible en un escenario tan hermoso. El tiempo se detiene. La primavera bulle en todo su esplendor. La magia de Grecia hace el resto.

Cualquier novela que pretenda sobrevivir a la erosión del tiempo ha de sustentarse sobre un edificio sólido, eso que en términos literarios se conoce como estilo. Así es. El estilo responde a la forma de narrar de un autor. ¿Cómo se nos cuenta la historia? ¿Cuáles son los rasgos definitorios de la manera de escribir de Gloria Pastor? ¿Por qué esta novela está bien hilada? ¿Dónde están los límites entre la buena y la mala prosa?

Como decía el premio Nobel alemán Herman Hesse: "Los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles.". Estamos ante una sentencia aplicable a El año de la crisis. No solo por su contenido sino también, y de modo muy especial, por su forma.

Comencemos por hablar de la sintaxis. Con pericia de orfebre, Pastor hilvana un discurso narrativo que se articula a través de elegantes y bellos periodos sintácticos. Oraciones coordinadas y subordinadas se alternan y combinan sabiamente engarzadas, de tal manera que los pensamientos y las ideas fluyen con absoluta naturalidad. Al hilo, la autora ensarta magníficas digresiones que ralentizan el tempo del relato y permiten, como brillantes paréntesis argumentales, realizar pequeños excursos al interior de un personaje, de una historia o de un sentimiento, de tal forma que la trama principal se ve continuamente potenciada y enriquecida. ¿Qué decir de la precisión léxica? Llama la atención la prodigiosa fineza semántica y la amplitud del vocabulario que hallamos durante la lectura de la novela. Se agradece el elaborado repertorio de palabras con las que la autora desgrana ideas, emociones, deseos, sueños, tristezas y todo tipo de pasiones. Una erudicion que no resulta molesta ni empalagosa en ningún momento. Del mismo modo, Gloria Pastor maneja a la perfección los tiempos de la narración. Para ellos distribuye sabiamente las descripciones, las partes narradas y los diálogos, de tal manera que el conjunto resultante muestra un equilibrio sorprendente. No hay periodos excesivamente lentos ni demasiado dinámicos. Tampoco se apoya en demasía sobre el fácil recurso del diálogo rápido. En El año de la crisis hallaremos las tres tipologías textuales perfectamente sincronizadas, por lo que el conjunto se percibe como un tono pleno de equilibrio narrativo. Como complemento final, destaquemos la sabiduría de nuestra escritora para insertar de forma esporádica agudas sentencias, frases lapidarias, inteligentes reflexiones y observaciones ingeniosas.

El año de la crisis es una novela de corte psicológico que muestra una evidencia: la madurez de la escritora. Tras unos iniciales titubeos con otras obras pequeñas, como Marea baja o Pájaros dormidos, Gloria Pastor ha conseguido con esta tercera novela dar un paso adelante, firme y decisivo. Cualquier lector atento descubrirá en esta novela lo que hace de un libro una pieza digna de estima. Un buen argumento, unos personajes bien definidos, varias subtramas que potencian la aventura central y un estilo narrativo depurado y singular.

Solo resta felicitar a la autora por esta magnífica novela y desearle todo tipo de suerte con ella. Ningún lector se sentirá defraudado. Más bien, hallará en El año de la crisis una ventana por la que mirar el mundo y, sobre todo, mirarse a sí mismo. Podemos reconocernos en muchos de los personajes que pueblan la obra. Quizás en más de uno. Todos somos al fin y al cabo dueños y esclavos de nuestras limitaciones. Todos soñamos y sufrimos las mismas experiencias vitales. Todos estamos en crisis alguna vez. Tal vez la autora ha estado pensando en nosotros cuando acometía la escritura. Quién sabe. De lo que sí estamos seguros es de que la novela de Gloria Pastor viene a engrandecer nuestro repertorio literario. Harold Bloom afirma que "estar a solas con un buen libro es ser capaz de comprenderse uno más a sí mismo". Eso es ni más ni menos lo que nos proporciona la lectura de El año de la crisis. Una delicatessen literaria para paladares exquisitos. Feliz lectura.
PUEDES ENCONTRARLO EN: